Entrevista de archivo realizada en el 2015
Una mirada tranquila, con una seguridad que desborda, Osmán Provoste Fuentes recuerda su vida como profesor Normalista y su transición para convertirse en Sostenedor de uno de los colegios más importantes de la comuna de Chiguayante. El colegio Manquimávida, quien ha financiado desde su piedra angular desde 1982, hoy posee Excelencia Académica y Excelencia Ambientalista acreditada en el 2010 por el Ministerio del Medio Ambiente. Cuenta como de no querer ser profesor, pasó a convertirse en un sostenedor que aún cree en la vocación de antaño que enseñaban las escuelas normales en Chile.
Me invita cálidamente al lado B del colegio. Unas cuantas salas de reforzamiento, un espacioso comedor lleno de pinturas – entre ellas una fotografía de la plaza de armas de Concepción en el año 1870 -, y un pequeño museo personal, montan una morada llena de historias y encuentros del pasado. “Todo esto lo regalaré a la comunidad, los niños necesitan conocer la cultura anterior a su existencia”, así muestra molinos de granos de más de doscientos años, artesanía de pueblos latinoamericanos, el primer mercurio publicado, entre otras cosas que llenan el salón de recuerdos y añoranzas.
Así es como al adentrarnos más, encontramos una biblioteca personal atiborrada de textos antiguos. En ellas recopila ensayos, literatura e historia de Chile. Con la visual orgullosa, me invita a revisar su colección. “Este libro es el más viejo que tengo. Del año 1690, escrito en castellano antiguo” mostrándome un libro eclesiástico de la iglesia católica. Cerca de unos anaqueles toma asiento, respira profundo y preparándose para relatar su vida, me invita a sentarme y leer un fragmento de un párrafo de un libro poco conocido, pero necesario: “La historia de Chiguayante” (escrita en 2001).
“Osmán Provoste Fuentes, Sostenedor, quien decide emprender su propio camino en la profesión docente ante el temor de perder su fuente laboral por su tendencia política de izquierda en el contexto político de 1973. Su experiencia formativa encuentra como influencia la escuela normativa de Victoria, donde se formó desde bien joven”.
¿Entonces de su pasión por la lectura nace su amor por la docencia?
“Mi historia es bastante original, por así decirlo. Yo no quería ser profesor. Por lo general, en la escuela normal entraban niños de 13 años, con internado. Había que postular a una beca, propuesta por el consejo de profesores para luego dar una prueba. En ese entonces mi mamá me obligó a ir al “Escuela Normal de Victoria” para realizar el examen. Así fue como entré. La cosa es que no quería ser profesor, sin embargo, en la escuela nos formaban a la vocación. Permanentemente nos decían que la misión del profesor en la sociedad era muy importante. Entonces cuando uno salía a trabajar, uno aceptaba ir a todos lados, a la montaña, al sur del país, a cualquier isla, solo con convicción. La docencia normalista se basaba en vocación pura”
El otro día leía eso. Las diferencias entre la educación Normalista y la universitaria. ¿Por qué fue que desapareció? ¿Cómo vivió usted esa transición?
“La escuela normal las cerró Pinochet. Fue uno de los decretos que realizó apenas se tomó el poder. Suspender transitoriamente la educación normal, pero nunca más la dejó funcionar. Hasta el día de hoy se echa de menos. Con unos colegas trabajamos en la asociación de profesores normalista que aún está vigente en la universidad de los Leones en Santiago. Así que aún no hemos muerto. La educación en Victoria no muere”
Desde sus raíces en Victoria ¿Cuál fue su primer trabajo como docente?
“Luego de la escuela normal de Victoria, me fui al norte de Temuco, comencé a trabajar en una montaña de la Provincia de Cautín, en un cajón cordillerano llamado Curacalco. Desde ahí comenzó a escribirse mi historia de profesor normalista.”
Cabe mencionar que el pasado año, publicó un libro llamado “Del mar a la cordillera” Donde rescata sus más recordadas vivencias como profesor normalista.
“Claro. En el libro se entrega mis experiencias como profesor, no tanto dentro de un colegio, sino de la vida de las personas con las que me tocó compartir. Trabajé en la isla Santamaría y en la isla Mocha, después volví a mis raíces, a Talcahuano en el año 1969, ahí cuento como viví las enseñanzas. Uno deja personas lindas en el camino, y jamás hay que olvidarlas.”
Relata el principio de su vida como profesor, luego de salir de la escuela normal de Victoria en el año 1954. ¿Cómo fue el fin de ejercer como profesor, propiamente tal?
“Fue en el golpe de estado, para el año 1973. En ese entonces ejercía como subdirector en la Escuela Rural de Hualpencillo. Como hecho anecdótico, hubo un tiempo en que se celebraba el día del profesor en América el día 11 de septiembre, en tal fecha nos preparábamos para la celebración con mis excolegas, cuando los gritos de los derechistas irrumpían las calles. No había locomoción, todo cerrado por el boicot de las personas entusiasmadas para derribar a Allende. Ese mismo día les pedí a los profesores se fueran a sus casas y no salieran a la calle. La tarde fue oscura con el primer toque de queda, justo para el tan anunciado día del profesor.”
Fue ahí cuando decidió crear el Colegio Manquimávida
“Claro. Así me aseguraba a permanecer en la educación para toda la vida. Elegí Chiguayante pues tenía una parcela comprada para vivir, y en ese entonces, lo más seguro era acá. Tomé la oportunidad. Así fue como el 6 de octubre de 1982 puse la primera piedra bajo el colegio y en el 83 abrí el colegio de par en par. Con 77 alumnos, 2 salas y 3 profesores comenzó a ponerse en marcha el Colegio Manquimávida. Permaneció la educación. Después con el tiempo me entusiasmé, porque, no solo me protegía, sino que me sentía feliz por entregar algo a la comunidad, un aporte para la educación. Y creo que en eso hemos acertado, con grandes docentes y manteniendo las tradiciones chilenas; talleres gratuitos para apoderados y niños; buen prestigio y abierto para todos quienes lleguen.”
Por último ¿Cree que algún día vuelvan los profesores normalistas? De esos con vocación que se vivían antes
“Quizás, con una nueva reforma que entregue algún mandatario en un futuro. Depende de la transición. Pero no lo puedo asegurar.”
Con la mirada pensativa me mira al dirigirme fuera de su habitación, le doy la mano, y me despido. De inmediato entra una profesora, pues su trabajo como docente aún perdura, enseñando, guiando. Siempre para ayudar a la comunidad.